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Author:
Manuel Torres.
Title: LA TUNA ESTUDIANTIL.
Publication:
Museo Internacional del Estudiante, 2009.
Original edition:
El Adelanto.
Date:
Viernes, 20 de enero de 1928,
p. 4.
Pocas tradiciones universitarias viven en estos días de
modernidad y pretendida renovación. Si prescindimos de los cultos
tradicionales de nuestra capilla universitaria - y, como anexo, el
chocolate de Jueves Santo -, cada día, por desgracia, más escuálidos y
menos considerados por los claustrales; de los colores de nuestras
mucetas y borlas, cada día menos numerosas, en las solemnidades
académicas; de algún que otro rasgo de algún castizo licenciado, que
recuerda los dulces de los grados, y de algún detalle, las más de las
veces nimio y sin importancia, y aún reducido a mera fórmula - las
mazas, cetros o guiones de los bedeles -, podemos decir que murieron
dichas tradiciones.
Triste es que no se conserven ya estas tradiciones. Pero no
precisamente de la muerte de ellas - que son forma -, sino de la pérdida
del alma que las vivificaba debemos lamentamos. La muerte del alma en la
Universidad: que no hay una tradición de las dichas que tiene un alma
inmortal.
Quizá sólo tenga algún espíritu, algún alma aún no muerta,
otra tradición de la Universidad, y es una que, no a los maestros, sino
a los escolares afecta. Muy cambiada, ciertamente, es, sin embargo, lo
cierto que la Tuna de estudiantes, al dejarse escuchar, nos hace pensar
en algo que es vida y espíritu de tradición.
Y aquí quiero presentar una paradoja aparente. El más joven
elemento universitario; el llamado, por ello, a ser el menos tradicional
y conservador - teoría falsa, a mi juicio equívoca -, el más
revolucionario, si cabe así decirlo; el que parece que más lógicamente
debe romper con los moldes de tradición, el que conserva una de éstas, y
con un cierto espíritu, no siempre, desgraciadamente, puro; pero muy
frecuentemente al menos lleno de verdad vitalidad y capaz de hacer a los
estudiantes respetuosos - en forma y fondo - con la tradición.
La paradoja se rompe fácilmente. Mantener una tradición, una
realidad histórica cualquiera, una idea, es sencillamente darles vida.
Es como una nueva creación. Nuestra conservación, ¿Qué es, sino una
creación continuada? Bien sabemos que no es menor - cierta idea
teológica - el beneficio que debemos al Creador por la creación que por
la conservación; ni menor tampoco el esfuerzo que reclama el crear que
el reclamado por la conservación de lo creado con su vida propia; si de
esfuerzo podemos hablar tratándose de quien todo lo puede sin trabajo
alguno.
Pero lo cierto es que en el orden natural toda conservación
reclama un esfuerzo vital. Si hay que conservar algunas instituciones
con alma, hay que inyectarles vitalidad en todo momento. Y así tenemos
rota la paradoja. ¿Quién con más vitalidad que la juventud? No debe
extrañar, nunca, que sea la juventud la conservadora de lo que merezca
vida y de lo que tenga alma vivificable aún, con su energía.
Y es, en el caso de la tuna de estudiantes, totalmente clara
nuestra idea. Sólo la juventud - eterna en la vida escolar por
naturaleza misma de la clase estudiantil, divino tesoro del poeta que
tantas veces dispendíamos en trabajos que tal vez debieran ser de época
distinta de la vida -, es la que necesariamente vivifica y anima y
mantiene siempre enérgica la tradición regocijada de las músicas
escolares más o menos encaminadas ya a cumplir necesidades de
espirituales expansiones amatorias, como en su origen tuviese.
Será siempre nuestro grito un viva enérgico a lo que aún
subsiste de lo tradicional universitario.
Regocijémonos de que el estudiante sepa guardar algo que no
sea la lánguida rutina actual y esperemos que sea chispa que provoque un
incendio de nueva luz y calor y vida. ¡Si así pudiese llegar a ser!
MANUEL TORRES
Salamanca, 19-1-28.
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NOTA: Artículo
procedente de investigación original inscrita con el número SA-120-02 en
el Registro de la Propiedad Intelectual. La presente edición ha sido
normalizada y corregida para evitar el uso no autorizado de la misma.
Todos los derechos reservados.
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