Author:
J. Sánchez-Gómez.
Title:
NOTAS DE UN PERIODISTA.
LA EXCURSIÓN DE
LA TUNA.
Publication:
Museo Internacional del Estudiante, 2009.
Original edition:
El Adelanto.
Date:
Martes, 2 de marzo de 1909,
pp. 1 y 2.
El regreso a Salamanca.
Resumen del viaje.
Esta noche llegará toda la Tuna a Salamanca, de
regreso de su larga y pintoresca excursión por tierras lusitanas.
El recorrido que la Tuna ha hecho y que ustedes
conocen ha sido enorme.
Salir de Salamanca el 17, estar en Guarda este
día; salir el 18 para Covilha, el 19 para Santarem y el 21 para
Lisboa, todo de prisa, después de los conciertos, de las serenatas,
de las mil visitas hechas, es una excursión capaz de acabar con
cualquiera.
Dormíamos en el tren; en el tren comíamos; en el
tren se ensayaba, se celebraban juntas, se afinaban los
instrumentos, se mudaban cuerdas, se «echaban cuentas», nos cosíamos
las ropas, los botones, etc.; en el tren escribíamos a las familias,
y hasta hubo quien se sacó una muela y quien pedía a gritos una cama
española para poder dormir cómoda y tranquilamente.
Ya en Lisboa fue cosa bien distinta. Ocupamos un
gran hotel y allí no se careció de nada a no ser de buen tabaco y de
«somiers» en las camas.
O
El recibimiento que en Guarda se nos hizo, fue
colosal, y la breve estancia en aquella población, agradabilísima.
Guarda que tiene pintorescos alrededores,
deliciosos paisajes, está asentada en una enorme montaña. El frío
era intensísimo.
El concierto fue un gran éxito y la despedida
superó al recibimiento que se nos hizo.
Visitamos a las autoridades seguidos del pueblo
entero, y nos amenazaron constantemente con infinidad de
instantáneas.
Resumen de Guarda: mucho frío; mucho entusiasmo;
saneados productos y señoritas «muyto» lindas.
O
En Covilha (población que a ningún «tuno» se le
olvidará tan fácilmente por la peripecia ocurrida a la hora de la
marcha), el éxito fue grande también, pero a pesar de acudir al
concierto casi todo el vecindario, no hubo los productos que se
esperaban.
Nos «clavaron» (metálicamente hablando) en las
dos detestables fondas que ocupamos. Hubo mucho «tifus» en el
teatro, y lo único digno de mención de este pueblo, es el servicio
público de automóviles que los «tunos» utilizamos para pasar un
rato, y lo pintoresco del lugar, muy parecido, lo repito, a Béjar:
en carácter, en el campo, en la industria que explota, en la crisis
del trabajo reinante, en lo tranquilo de la ciudad, en sus calles,
en sus cuestas, en todo, en fin.
Sin embargo, de todo esto, fuimos muy bien
recibidos; visitamos a las autoridades y a los casinos y nos
obsequiaron con «Champagne», no pudiendo resultar mejor el
concierto, pues aquello no daba más de sí.
La peripecia a que antes aludo, no fue otra que
la de que teníamos más dinero español que portugués. Al tomar los
billetes no admitían dinero español. El conflicto apareció con
graves caracteres, El tren salía, era preciso tomarlo y llegar a
Santarem, donde nos esperaban para dar el concierto por la noche.
Todo esto ocurría en la madrugada del día 19.
El recorrido a Santarem era enorme. Unas doce
horas de tren, y por consiguiente el precio del billete excesivo.
Enardecidos los ánimos, tomamos un coche por
asalto. Los empleados protestaban y nosotros queríamos pagar en
dinero portugués y el resto en español, cosa que el jefe de estación
no admitió. Por fin, hubo «escote» entre todos (pues todos
llevábamos dinero portugués), y así se arregló el conflicto en el
que yo no sé quienes hubieran perdido más; yo lo que puedo decir es
que estábamos dispuestos a no apearnos del tren hasta Santarem.
En Santarem, pueblo hermoso, grande, limpio,
pintoresco, de hermosas mujeres y de gran animación, el recibimiento
fué colosal.
Todo el pueblo, las autoridades, los escolares,
los seminaristas, bandas de música, lo más distinguido de la
población, nos recibió entusiásticamente.
Las calles y los balcones atestados de gente. Las
señoritas a nuestro paso por las calles arrojaban flores, y cintas,
y bolsas, y confeti y serpentinas.
Las ovaciones y los vivas eran incesantes.
Aquel recibimiento nos conmovió a todos, así como
el concierto, que fue un éxito formidable, de taquilla, de
entusiasmo, de aplausos y de vivas.
El teatro, brillante, y al día siguiente fuimos
agasajadísimos.
Visitamos los cuarteles de la tropa, y nos
recibieron con la Marcha real. Visitamos el Seminario, el
Ayuntamiento y muchos edificios y corporaciones. Y en este mismo día
21, a las cuatro de la tarde, salimos para Lisboa, a donde llegamos a las siete.
La estancia de la Tuna en Lisboa, merece capítulo
aparte.
O
Y aun mereciéndolo, resulta poco menos que
imposible reseñar, punto por punto, todo lo relacionado con la
estancia de la Tuna en la gran capital portuguesa.
La hermosa capital lusitana es limpia, inmensa,
de gran movimiento, de exquisita higiene, de envidiable servicio de
tranvías, y, sobre todo, y a pesar de su popularidad, tranquila,
apacible y algo triste.
Un detalle: en Lisboa, no hay perros por las
calles.
La Tuna llegó a Lisboa sin avisar a nadie; sin
comunicarlo a los escolares lisbonenses, sin tener hotel buscado,
sin haber hecho allí la más pequeña gestión.
En verdad, no creíamos ninguno, vistos los gastos
enormes que la excursión originaba (sólo de fonda unos mil reales
diarios), que iríamos a Lisboa.
Pero en los excursionistas, todos jóvenes, no
había más que decisión, arrojo y deseos de ir a la corte del vecino
reino, saliéramos como fuere.
Y en Santarem, después del concierto, en Junta
general, se tomó el acuerdo, por unanimidad de ir a Lisboa.
Y a Lisboa fuimos. Y entramos todos con algún
«mieditis», acrecentado al pisar la inmensa ciudad, al atravesar
aquellas plazas y aquellas calles interminables, ante la
indiferencia del público.
Pero cuál sería nuestra sorpresa, cuando al
llegar al Hotel Suizo, donde nos hospedábamos, nos vimos seguidos de
muy cerca de mil personas, ovacionándonos, vitoreándonos, saludando a España y a la bandera.
Aquella misma noche, la Junta directiva comenzó
sus gestiones, sin olvidar de hacer visitas a los periódicos, y al
día siguiente, la fonda se llenó de españoles, de estudiantes
portugueses, de autoridades y hasta los empleados de la embajada
española, con el simpático conde de San Luís a la cabeza.
¡Estamos salvados! – dijimos todos.
Y en efecto. En aquella ciudad inmensa, en aquel
pozo donde se revolvían las multitudes, la Tuna fue vista,
ovacionada, agasajada, ofreciéndola teatros para dar conciertos.
celebrarse hasta después de Carnaval, y la Tuna aprovechó
estos días para hacer visitas, gestiones y divertirse.
El día 23, visitamos la embajada española. Allí
se celebró un baile y una recepción en nuestro honor.
Acudieron todos los embajadores y toda la
aristocracia de Lisboa, y en aquellos suntuosos salones y entre
aquellos ricos trajes y aquella pedrería de incalculable valor que
las damas llevaban, rozamos nuestro clásicos trajes de «tuno», algo
ajados ya y algo lamentables en lo que a conservación se refiere.
Allí, el vicepresidente de la Tuna hizo un
discurso muy bonito, que le fue ovacionado. La Tuna ejecutó algunas
obras, y todos pasamos después al «bufet», donde fuimos
espléndidamente obsequiados con un «lunch» por el amable conde de
San Luis, que tanto se interesó por nosotros y que tanto nos
agasajó.
Después, la Tuna, hasta el día 25, que se celebró
el concierto, visitó la Cámara municipal, hermoso palacio donde fue
obsequiada en grande; el Ateneo comercial, las redacciones de los
periódicos, otro Centro comercial, Casinos, etcétera, etc., siendo
los «tunos» ovacionados a su paso por las calles, y seguidos de la
multitud y de los escolares de Lisboa.
Asistimos a los bailes de los mejores teatros, a
los Centros de recreo, a todo lo que en Lisboa merecía verse, y el
25 por la noche, en el coliseo de los Recreos, inmenso teatro que
tiene de cabida unas 8.000 o 10.000 personas, dio la Tuna su
anunciado concierto.
El éxito del concierto fue grandísimo, y
acudieron, además de los embajadores y del príncipe Alfonso y de la
aristocracia lisbonense, unas 5.000 personas.
El héroe de la fiesta fue el señor Goyenechea,
que cantó a petición del público, varios «zorcicos», el «Avemaría»,
de Gounod; «Alma de Dios» (canción húngara), acompañado de un coro
compuesto de la Tuna, y la jota de «La Dolores», siendo
calurosamente ovacionado.
Eloy Andrés lo fue también en la ejecución de la
hermosa «Rapsodia asturiana», de Villa, y asimismo la Tuna, en el
programa que ejecutó.
Nos regalaron, dos
periodistas gallegos, una hermosa corona y las fotografías que en la
fiesta se obtuvieron fueron muchísimas.
El concierto no dio
los rendimientos que se esperaban, por las condiciones acaso que se
aceptaron para dar la fiesta, esto es: el 50 por 100 del producto
para el dueño del teatro, correspondiendo a cada parte unas dos mil
pesetas.
Al siguiente día,
26, visitamos el Real Conservatorio de música y declamación. Allí se
nos hizo un recibimiento colosal. La velada fue agradabilísima y la
concurrencia numerosa y muy selecta.
Tocaron las Tunas
española y portuguesa, y una sección de alumnos y alumnas del
Conservatorio, siendo todos ovacionados, así como el señor
Goyenechea, que cantó muy bien un «zorcico».
Una visita
interesante, y que acaso detallaré otro día, fue la que hicimos a
los cadáveres de los reyes asesinados, que se conservan bien.
Esto es, a grandes
rasgos, lo que la Tuna realizó de notable en Lisboa, hasta el
viernes 26 por la noche, en cuya fecha salí yo para Salamanca.
La Tuna se quedó en
Lisboa hasta el domingo, por haber sido invitada a una fiesta, para
tomar parte en ella, organizada por la Tuna escolar, fiesta que se
celebró el domingo por la tarde, y que valdría a la Tuna cien duros
y los gastos de fonda del sábado y domingo, pagados.
Este ha sido el
único motivo por el que la Tuna no llegó el sábado con un servidor
de ustedes, y el de perder el tren, por el que no llegó anoche.
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De la excursión a
Portugal se podrían llenar muchas columnas, pero con lo dicho basta,
para que el lector se forme idea del tremendo viajecito.
J. Sánchez-Gómez.