
Author:
Arsenio González Huebra.
Title:
VIAJE DE LA TUNA A PORTUGAL V.
Publication:
Museo Internacional del Estudiante, 2009.
Original edition:
El Adelanto.
Date:
Sábado, 8 de marzo de 1890, pp. 1 y 2.
Desde Fregeneda a Oporto, el camino es
panorámico. Sin perder de vista los márgenes del Duero, entre
eucaliptos, naranjos, almendros y olivos, no deja el viajero de
contemplar el aspecto primaveral de aquella campiña vestida eternamente
de verdura, y regada por el río que lleva entre sus ondas nuestras
alegrías y nuestros dolores al vecino país, para sepultarlas después en
el Océano, imagen fiel del mar del olvido, al que van a sepultarse todas
las afecciones del alma.
Cuatro o cinco estaciones anteriores a Oporto,
acusan ya la proximidad de un gran mercado de vinos. Almacenes,
depósitos y vagones, apenas son bastantes a contener las pipas o cubetos
que circulan por el país, haciendo importaciones y exportaciones en gran
escala, que revelan una actividad prodigiosa y una riqueza exorbitante.
La estación anterior a Oporto, es Río-Tinto, en
cuyo punto fuimos objeto del primer triunfo de la expedición. Apenas se
detuvo el convoye (tren), oímos voces jóvenes y enérgicas que daban
calurosos vivas a España, Portugal, escolares españoles y Tuna;
yo salí precipitadamente a la ventanilla de mí departamento, que daba
acceso al andén, y vi hasta diez o doce académicos (estudiantes) que con
las mantos terciados se dirigían dando aquellos gritos al vagón donde
estaban los tunos; inmediatamente me dirigí al coche de estos,
asombrado de que tanta gente cupiese en los departamentos que llenaba la
Tuna, y bien pronto me expliqué el fenómeno; todos estaban de pié
y de este modo se hicieron lugar; los abrazos, los vivas y los aplausos
simultáneamente, daban a aquel numeroso y compacto grupo un aspecto
originalísimo, del cual no puede formarse idea sin presenciarlo la más
viva imaginación.
Aquellos escolares eran la vanguardia de la
multitud que nos esperaba en Oporto. fui presentado a ellos en medio de
aquella confusión, y cuando el tren rompía su marcha, sin poder con su
estridente silbido sofocar las voces entusiastas de aquella juventud que
gritaba sin cesar ¡Viva España! ¡Viva la alianza Ibérica! ¡Viva la
Tuna! ¡Abaiso Salisbury! voces que no se interrumpieron ni un
momento, yendo a eslabonarse con las que oímos al llegar a la estación
de Oporto, que estaba completamente llena de escolares y gentes de todas
las clases sociales.
Descendimos de los coches altamente satisfechos
del feliz viaje que habíamos llevado y de la recepción que se nos hacía.
Los instrumentistas no podían arreglar ni templar sus respectivos
instrumentos; los encargados de los equipajes no hallaban las maletas, y a fuerza de trabajos, pudieron encontrar cinco, dejándose una
extraviada; los gritos y vivas se sucedían sin cesar; la aglomeración de
gentes interrumpía todos los servicios; yo daba órdenes que no eran
oídas más que de media docena, y veía que nos era imposible dar allí
paso alguno, y que el reloj de la estación marcaba las seis menos diez
minutos.
Por fin, dándonos empujones y rompiendo
corrientes y oleajes de carne humana, salimos de la estación a una
explanada que ocupaban carruajes y tranvías que a nuestras instancias
despejaron bien pronto aquel lugar, donde formaron los tunos, en
cuanto yo hacía mi presentación oficial al presidente de la comisión
escolar portuense, que puesto conmigo al frente de la comparsa y
acompañado de los señores Paz y Samper, que habían salido a recibirnos y
de otros escolares portugueses, emprendimos la marcha hacia el hotel, al
compás del paso-doble Mazzantini.
A pesar de que los periódicos no habían anunciado
nuestra llegada (por creer que íbamos primero a Coimbra) y que solo a
los escolares habían avisado los señores Samper y López Paz, la gente
que acudió a la estación fue muchísima, sin duda por haber corrido la
noticia de unos en otros. Desde que rompimos la marcha hasta media hora
después de llegar al hotel, la multitud fue aumentando y los vivas
nutriéndose con nuevas voces de los que se iban adhiriendo a aquella
manifestación.
Al entrar en Oporto, salieron dos señoras a un
balcón de segundo piso, atraídas sin duda por el vocerío y la orquesta.
Apenas se apercibieron de nuestra llegada, empezaron a agitar sus
pañuelos con prodigiosa viveza, pero por muy pocos instantes, pues
enseguida que nos saludaron desaparecieron del balcón, volviendo a los
pocos momentos con las manos llenas de flores que arrojaron sobre
nuestras cabezas, y acto continuo volvieron a agitar los pañuelos con el
mismo entusiasmo que al principio. Desde aquel momento, se puede
asegurar que todo el camino fue una sola ovación sin interrupción
alguna; de todos los balcones salían flores, saludos o vivas, que
llenaban nuestro ánimo de placer y satisfacción inexplicables, viéndome
yo sorprendido al poco tiempo de emprender la marcha con repetidas y
calurosas aclamaciones expresadas en estos tres gritos que estuve oyendo
muy a menudo durante mi estancia en Portugal:- ¡Viva o presidente da
Tuna! ¡viva don Arsenio Huebra! ¡viva o redactor DO ADELANTO!
En medio de estas aclamaciones se oían muy
repetidos los gritos siguientes; ¡Abaixo l’ alianza ingleza! ¡Morrrrra
Inglaterra! en cuya frase desplegaban los portugueses toda la energía y
todos los enconos susceptibles de manifestarse con la voz humana.
También oí dar vivas a importantes republicanos
españoles como Castelar, Salmerón y Zorrilla.
Delante de nosotros iban lo menos cuarenta o
cincuenta estudiantes portuenses, mandando parar tranvías y coches para
evitar desgracias, siendo digna de notarse la obediencia de aquellos
aurigas en los que no se vio el menor conato de resistencia; y así,
deteniendo carruajes, tocando, en medio de aclamaciones patrióticas,
recibiendo homenajes de cariño traducido en flores que arrojaban de los
balcones y saludados por cuantas personas salían a nuestro paso,
llegamos al Hotel Continental, situado en las inmediaciones de la plaza
de la Batalla, sitio céntrico y pasajero como pocos en la gran ciudad
portuense.
A granel entramos en la fonda estudiantes
españoles y portugueses. Más de seis mil almas cubrían el frente y los
lados del Hotel; aquella multitud aclamaba, vitoreaba y aplaudía
frenética a la estudiantina española y daba mueras a Inglaterra, cuyo
grito saludaba yo alzando una mano, pero sin contestarlo, para guardar
la forma prudente de conducta que me había marcado. En cambio a Portugal
le victoreaba sin cesar y hacía votos por la reconquista de sus
posesiones y de sus fueros.
Salí a un balcón del hotel con el presidente de
la comisión escolar portuense, y dirigí la palabra a la multitud; aún
recuerdo las primeras frases que me inspiró aquella recepción
entusiasta.- Señores – dije – la hospitalidad y cariño con que nos
habéis recibido, supera a toda expresión de gratitud; básteos por ahora
saber – y así decidlo a la ciudad de Oporto – que no venimos con otro
objeto que el de ofreceros nuestro fraternal consuelo en estos momentos
en que el pueblo portugués sufre el más acerbo dolor que puede sentir un
pueblo ibérico, el dolor de la patria.
Al terminar el breve discurso que exordié con las
anteriores palabras, me aplaudieron mucho; pero no me juzgue el lector
inmodesto, pues ya sabe que la galantería entra por mucho en las
ovaciones de toda suerte. Además, ya dije al principio de esta revista,
que bien a pesar mío, tenía que hablar de mí, y que al hacerme eco de
muchas frases tenía que ser con elogio, si había de cumplir los deberes
de fiel narrador.
Y después de todo ¡qué hubiera hecho yo sin el
concurso de mis queridos tunos!
Después habló desde el mismo balcón el presidente
de la Tuna portuense, señor Reis de Santos, que hizo un elegante
y cariñoso discurso de recepción terminando con vivas a España, a la
Tuna, a la unión escolar y a la Universidad de Salamanca.
Un abrazo que nos dimos a presencia y con el
aplauso de todos, el señor Reis de Santos y yo, y un afectuoso saludo al
público, terminaron el acto de nuestra entrada en Oporto pasando después
al comedor, que me servirá de punto de partida para continuar la
historia de nuestra expedición.
EL TUNO PRIMERO.
(Continuará.)
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NOTA: Artículo
procedente de investigación original inscrita con el número SA-120-02 en
el Registro de la Propiedad Intelectual. La presente edición ha sido
normalizada y corregida para evitar el uso no autorizado de la misma.
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