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Hemeroteca Virtual - Museo Internacional del Estudiante

Autor:              Mariano Núñez.

Título:             TUNOS EN PORTUGAL.

Publicación:   Museo Internacional del Estudiante, 2009.

Ver. original:  El Adelanto.

Fecha:            Viernes, 3 de marzo de 1905, p. 1.

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(RECUERDOS ESTUDIANTILES)

            Prometí en Gente Joven dedicar unas líneas a aquella nunca bien ponderada Estudiantina, que va para una década salió de las orillas del Tormes con rumbo a Oporto y Coimbra, echando las bases de la actual unión escolar ibérica, traducida en carnavalescas excursiones a Portugal, y antes de dar al olvido semejante propósito, y ya que la estancia en ésta de los escolares valencianos, ha traído para mí añoranzas de manteo y tricornio, del viejo arcón de las cosas que fueron, voy a crear con el aire que debiera ser tibio de estos días presentes, recuerdos estudiantiles siempre agradables.

            Se formó la Tuna aquella en circunstancias favorables para una invasión escolar salmantina.

            Los vecinos de al lado, estaban que echaban chispas con su hoy fraternal aliada Inglaterra, por no sé qué barrabasada hecha por ésta, y los nobles pechos de los simpáticos portugueses, anhelaban ocasiones en que poder dar rienda suelta a su indignación contra los ingleses, desbordándose a la par en cariñoso afecto hacia los que como nosotros simpatizábamos con sus odios.

            Y vaya si simpatizábamos.

            Si el grito que entonces era de guerra ¡mueran los ingleses! ha tenido desde las más remotas edades acogida frenética en todo corazón español, calculen ustedes con cuanto entusiasmo sería pronunciado por nosotros jóvenes y estudiantes, que por serlo sentíamos repulsión invencible contra los ingleses, ya se presenten éstos bajo la forma de camareros, mozos de billar, etc.

            A Portugal, pues, dijimos, y previos varios ensayos en el entonces flamante Salón Artístico, ensayos que no llegaría a dos docenas de reuniones que todas acababan de la misma manera, por peteneras, a Portugal dispusimos ir.

            Fue presidente de la tuna el director que era de EL ADELANTO, Arsenio Huebra en calidad de secretario del cual fui yo, estudiante de primer año de Facultad y el más novel de la partida, y a ella pertenecieron de los salmantinos que recuerdo, (varios hoy ya respetables padres de familia), y que cursaban en esta Universidad, Asiaín (Joaquín), Olivera (Bernardo), Tato (Dionisio), Tapia (José), Dávila, Álvarez (Santiago), los hermanos Samper, Periáñez (Eugenio), San Eustaquio (Jesús), director musical, y escolares tan conocidos entonces como Ugarte, Martínez Villar, Ezpeleta, Paz, de famosa memoria para los tunos, y de agregados estudiantiles los dos Castaños y Eloy Andrés, nuestra salvación en punto al divino que fue arte.

            De nuestra indumentaria nada diré, después de haber consignado en el semanario de que he hecho mención, que el importe total de nuestra vestimenta, medias y zapatos inclusive y un cinturón con hebilla de latón dorado que partía los corazones, ascendía según contrata, a siete duros.

            Nuestro viaje se efectuó en un vagón de segunda, que ocupábamos íntegro, sin otra novedad que la de tenernos que dedicar aguja en mano a las faenas propias del sexo femenino, pues bombachos y jubones apesadumbrados sin duda por abandonar la tierra patria, se deshicieron en grietas y descosidos que eran de inminente reparación.

            Por lo que hace a nuestra triunfal entrada en Oporto, escrita queda por los siglos de los siglos en periódicos portugueses y españoles, y cuanto yo viniera a decir ahora, no lograría añadir un ápice a lo imperecedero de aquella memorable fecha.

            Lo cierto por delante, es que los portugueses de suyos atentos y cumplidos, se excedieron con nosotros en agasajos y plácemes.

            Nos instalamos en uno de los mejores hoteles, y si se ha de rendir tributo a la verdad histórica, bueno es que se sepa, que llegar nosotros y abandonarlo los demás huéspedes, fue todo uno.

            Una vez allí, nuestra ira contra los ofensores de Portugal, se tradujo en una acometividad contra los artículos de beber y arder, que no tenía límites. Los aparadores de la fonda en un momento quedaron vacíos. Cincuenta y dos bocas de otros tantos tunos, ya que no podían echarse gañote abajo la sangre de los anglo sajones, calmaban su sed de venganza de esta manera.

            Describir los incidentes cómicos y hasta trágicos desarrollados en nuestro alojamiento y fuera de él, sería para llenar un periódico entero.

            De los cómicos allá va uno que algunos conocerán, por el aire que se le dio una vez ocurrido (1).

            Visitábamos la Facultad de Medicina de Oporto, acompañados de nuestros colegas los estudiantes de aquella población, y en una de las salas, encima de amplia mesa, veíase dentro de un gran frasco el cadáver de un niño recién nacido, conservado en alcohol.

            Uno de los agregados no estudiantes que ostentaba con cierta gallardía sobre el siniestro brazo el lazo amarillo de medicina, queriendo mostrar su competencia científica, le dijo a un escolar portugués.

            – ¿Cómo llaman ustedes aquí a esa preparación?

            Diole la respuesta el luso y él agregó con suficiencia.

            – Allí, a eso se le llama «niños en aguardiente».

            De los trágicos citaré la alarma producida a consecuencia de haber penetrado a altas horas de la madrugada y con paso vacilante un tuno en el cuarto del tesorero, fiel guardador de nuestros fondos, y creer éste que se trataba de un atentado contra la caja de la estudiantina.

            A sus voces de auxilio saltamos todos del lecho, y en el más adánico traje llegamos casi hasta la calle, persiguiendo a un pobre camarero gallego a quien tomamos por el criminal y al que hasta que la cosa se puso en claro, se le propinó una solfa que le costó quince días de enfermedad.

            Los discursos de Arsenio Huebra también constituyeron, con los episodios diarios que tenían por lugar de acción Oporto o Coimbra, las notas características del viaje.

            Huebra pronunciaba arengas a todos los instantes, con cualquier ocasión y sobre cualquier tema. Y siempre con aquella facilidad de palabra y fogosidad que le valía ovaciones estruendosas.

            Pedímosle un día que discurseara en portugués, y en la lengua de Camoens habló, más o menos bien, pero habló.

            Era mucha estudiantina aquella.

            Si en cuantas se organizan la alegría y el buen humor van por delante, en la de Salamanca de aquel entonces, humor y alegría iban de bracero a todas partes con los tunos.

            En fin, a la cabeza de toda la bailanga figuraban ¡dos cojos! simpáticos escolares, si los hay.

            Pero cojos, a los que no arredraban paso-dobles ni marchas triunfales.

            ¿Habrá pues necesidad de decir que fuimos dispuestos a todo?

MARIANO NÚÑEZ.


(1)  Sirkasir da cuenta de él anoche.

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NOTA: Artículo procedente de investigación original inscrita con el número SA-120-02 en el Registro de la Propiedad Intelectual. La presente edición ha sido normalizada y corregida para evitar el uso no autorizado de la misma. Todos los derechos reservados.
 

 
       
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