
Autor:
Arsenio González Huebra.
Título:
VIAJE DE LA TUNA A PORTUGAL XV.
Publicación:
Museo Internacional del Estudiante, 2009.
Ver. original:
El Adelanto.
Fecha:
Jueves,
27 de marzo de 1890, p. 2.
Primer concierto por la
Tuna en Coimbra.
A las ocho de la tarde no se cabía ya en el
teatro de don Luís. Todas las sillas estaban ocupadas por los escolares;
los camarotes o palcos por damas y caballeros; las entradas al patio y a
los palcos, cerradas por apiñada muchedumbre; el escenario lleno también
de estudiantes que acompañaban a las Tunas salmantina y
coimbricense.
Cuando se alzó la cortina, apareció la primera en
escena y después de recibir una ovación indescriptible de esas que hacen
época en la historia de un coliseo, ejecutó la primera parte del
concierto, con interrupciones de aplausos, vítores y bravos entusiastas.
A un lado del escenario, había un jarrón colosal
de caprichoso gusto con una palmera real; a un lado y otro de los
palcos, dos colgaduras de los colores nacionales españoles, y de trecho
en trecho de las galerías coronas de flores naturales que daban carácter a la fiesta que se celebraba.
Al terminar la primera parte del concierto, el
entusiasmo llegó al delirio; los vivas a la Tuna, a España, a la
federación ibérica y al presidente de la estudiantina, se repetían sin
cesar; era imposible bajar el telón pues la ovación no lo consentía. Por
fin después de un cuarto de hora de triunfo, durante el que se arrojaron
al escenario multitud de camelias y otras flores, se dio por terminada
la primera parte de la velada que ha dejado memoria en Coimbra por su
solemnidad.
Aunque no estaba anunciado, ejecutó la segunda
parte, en obsequio nuestro, la Tuna coimbricense; para verla
mejor y rendirla el homenaje de cariño que nos merecía, todos los
salmantinos nos retiramos del escenario y nos repartimos por palcos y
galerías, habiéndome tocado a mí con seis ú ocho tunos ocupar el
palco central, que antes estaba dedicado a la presidencia.
Alzose el telón y apareció la Tuna de
Coimbra, sentada en las sillas y en la misma forma que apareció la de
Salamanca. Antes de dar tiempo a nuestros aplausos, pusiéronse en pié
los tunos y ejecutaron la Marcha Real española; apenas se oyeron
las primeras notas, el público en masa, dando ejemplo las señoras, se
puso en pié y escuchó con religioso silencio: al oírse la postrera nota
comenzaron los aplausos y vivas; todos los escolares salmantinos, como
inspirados simultáneamente arrojaron al escenario los tricornios, que se
pusieron enseguida los portugueses; la descripción de la escena que se
desarrollaba en aquellos momentos en el teatro de don Luís es superior a
todo cuanto puede expresar la pluma; las damas arrojaban flores y
agitaban los pañuelos; los estudiantes portugueses, desde las sillas
arrojaban flores a los que estábamos en los palcos, y que nosotros
después arrojábamos a las señoras; aquello era una verdadera batalla de
flores, con detonaciones de entusiasmo y de alegría.
A continuación se tocó el himno portugués, que
dio lugar a que se repitiese la escena que he intentado describir. Toda
la música que ejecutó después la Tuna de Coimbra fue española
para que así resaltase más el obsequio que se nos hacía, terminando
aquella parte con la repetición de la Marcha Real española que prolongó
por largo rato las manifestaciones de entusiasmo y de mutuos afectos
entre españoles y portugueses.
Continuó la ejecución del programa por la Tuna
salmantina que fué toda la noche aplaudida y aclamada, en la forma que
tengo dicha y solo haré ya mención de un incidente de esta famosa
velada.
Al terminar la segunda parte del programa, fui
llamado al proscenio donde me esperaba la comisión escolar de Coimbra.
Después de saludarme el público con análogas manifestaciones que a mis
queridos compañeros, se acercó a mí el académico Cunha e Costa con una
hermosa corona de laurel y rosas, de la que pendían dos anchas cintas de
raso, amarilla una y encarnada otra.
El señor Cunha e Costa, me dijo poco más o menos
estas palabras que publicaron algunos diarios de Lisboa.- «Sor. Dr.
Arsenio Huebra.- Hay dos especies de coronas, como V. sabe
perfectamente. Unas son hechas de oro macizo, brillantes, rubíes,
perlas, etc.; otras son hechas de flores. Las primeras conquístanse por
un acaso de la fortuna, por razón de nacimiento o por derecho divino;
las otras, solo el genio las puede conquistar.
Y como nosotros
entendemos que V. prefiere las segundas a las primeras, le entregamos
ésta, testimonio fiel de la consideración y estima que le tenemos.
Advierta V. que lleva
solo dos cintas, la amarilla y la vermella; faltan otras dos, la azul y
la blanca. Guardad esta corona en sitio que para usted sea sagrado; que
antes de mucho tiempo, nosotros todos, academia, clero, militares y
pueblo, iremos a buscar esa corona para colocar en ella las dos cintas
que ahora le faltan.»
En medio de una
delirante manifestación de simpatía, cogí aquella corona pronunciando en
nombre de la Tuna un discurso de gracias, que yo no puedo
recordar; lo que sí puedo decir, es que hubiera deseado en aquellos
momentos la más alta inspiración para manifestar toda mi gratitud.
Continuó el concierto
sin que decayese un instante el entusiasmo que pálidamente he descrito,
y después de las doce de la noche, cuando cada cual se retiraba a su
república, se oía gritar por todos los ámbitos de Coimbra - ¡Viva a
Tuna! ¡Viva Hespanha! ¡Abaixo la alianza ingleza! ¡Morrrrra
Inglarerra!
EL TUNO PRIMERO.
(Continuará.)
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NOTA: Artículo
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