
Autor:
Arsenio González Huebra.
Título:
VIAJE DE LA TUNA A PORTUGAL XVIII.
Publicación:
Museo Internacional del Estudiante, 2009.
Ver. original:
El Adelanto.
Fecha:
Sábado, 5
de abril de 1890, pp. 1 y 2.
Otra vez en Coimbra.- El
Obispo de aquella diócesis.- Ultimo concierto en Portugal.- A España.-
Un tuno perdido.- En la frontera.
Llegamos a esta población a las dos de la tarde.
Acababan los estudiantes de recibir nuestro telegrama que habíamos
puesto en la estación de Oporto y bajaron a la de Coimbra a recibirnos y
hospedarnos como la primera vez.
¿A qué nuevas descripciones? Temo ya hacerme
pesado y debo abreviar en esta reseña, que por cierto va muy deficiente
no solo en la forma, sino en el fondo, pues he omitido detalles sin
cuento que hubieran hecho interminable éste trabajo.
Al día siguiente de nuestra llegada a Coimbra,
anunciamos un concierto en el teatro de don Luís.
Por la mañana fuimos a saludar al señor Obispo de
Coimbra; persona ilustradísima y de trato excesivamente amable, que se
ha hecho querer con delirio en toda la diócesis.
La amabilidad con que nos recibió tan digno
prelado no puede describirse.
Apenas entramos en el patio de palacio, bajó un
señor canónigo a llamarme en nombre del señor Obispo: cuando entré en el
primer pasillo, salió este a recibirme reprendiéndome, dulcemente por no
haberle pasado aviso previo, porque hubiera deseado tener dispuesto un
lunch; de todos modos – dijo – que suba la Tuna para tomar
un cáliz (copa) de vino de Oporto.
No sé como expresar mi gratitud al reverendo
Prelado de Coimbra. Al subir la Tuna a su palacio, él mismo abría
las puertas, ofrecía asientos, salía y entraba llamando a criados y
pajes, halagaba a todos, hizo que subiesen también los estudiantes de
Coimbra que nos acompañaban y al llegar los criados con bandejas, copas
y botellas, me sirvió la primera copa, y acto seguido empezó diligente a
servir a los tunos ayudando a los criados y ofreciendo vino a
todos sin excepción.
La Tuna ejecutó un par de números de su
repertorio; y al terminar, la dirigí la palabra en encomio de nuestro
dignísimo anfitrión, cuyo prestigio había llegado a nuestro conocimiento
en alas do la fama.
Me contestó el señor Obispo diciendo, que no por
él, sino por la representación que ostentaba como ministro de la
Iglesia, agradecía en el alma nuestros obsequios, que revelaban la
existencia de la fe, dentro de la juventud que estaba indicada para
dirigir los destinos de dos pueblos hermanos. La oración del dignísimo
Prelado, fue recibida por nosotros con grande entusiasmo, que procuramos
manifestar en la forma respetuosa propia del lugar y de las
circunstancias.
Salimos del palacio episcopal satisfechos en
extremo, y después de dar una vuelta por las calles, dí la orden de
disolución hasta las siete y media de la noche, hora en que debíamos
concurrir al teatro de don Luís para dar el concierto de despedida.
Yo tenía telegramas interesadísimos para ir con
la Tuna a Braga y a Lisboa, en cuya última ciudad se hacían
grandes preparativos en obsequio nuestro; pero la Tuna estaba
cansada; las ropas exigían costosa reparación y los papás y
mamás de los tunos me telegrafiaban desde Salamanca
procurando nuestro regreso. Así es que decidí que aquella misma noche
después del concierto nos prepararíamos para el viaje de regreso por
Pampilhosa, Fuentes de Oñoro y Ciudad Rodrigo.
Hecha saber mi resolución a la Tuna, fue
aprobada por unanimidad, por más que unos cuantos nos quedamos, (por
ver cosa boa), con deseo de ir a la capital del reino Lusitano.
Por la noche dimos el concierto, que revistió los
mismos caracteres que el anterior. A su terminación hubo discursos
entusiastas, Marcha Real española e Himno Portugués, que se escucharon
de pié y en actitud respetuosa, cerrando la sesión con atronadores vivas a la federación ibérica, que es el primer paso que quieren dar los
estudiantes portugueses para la alianza hispano-portuguesa.
A las doce y media nos retiramos a nuestros
respectivos domicilios a tomar el chá, con orden de estar en la
estación a las dos y media en punto, hora en que nos hallábamos todos
reunidos y en compañía de numerosos académicos de Coimbra, que llamaban
nuestra atención por estar con la cabeza descubierta, no obstante ser
hora avanzada de una noche de invierno.
Tomé lista, y al ver que no faltaba ningún
tuno, cogimos pasajes y emprendimos el regreso a la patria, después
de una afectuosa despedida y de cruzarse entre estudiantes españoles y
portugueses los más ardientes vivas en mutuo obsequio de ambas naciones.
A las cuatro llegamos a Pampilhosa, donde paramos
tres horas. Yo estaba altamente satisfecho de regresar con mis cincuenta
y dos escolares sin haber sufrido ningún contratiempo; ni un dolor de
cabeza; ni una disidencia, ni nada, en fin, que perturbase mi ánimo,
pero... ¡horror! al repasar la lista en Pampilhosa, me faltaba un
tuno.
EL TUNO PRIMERO.
(Continuará.)
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NOTA: Artículo
procedente de investigación original inscrita con el número SA-120-02 en
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