
Author:
Anónimo.
Title:
EL GOBERNADOR DE VALLADOLID Y LOS
ESTUDIANTES DE COIMBRA.
Publication:
Museo Internacional del Estudiante, 2009.
Original edition:
El Adelanto.
Date:
Martes, 27 de febrero de 1900, pp. 1 y 2.
Prometimos ayer volver a ocuparnos, tan pronto
como tuviéramos datos bastantes para formar razonado juicio, del
atropello de que han sido víctima los estudiantes de Coimbra, cuando se
disponían a emprender su proyectado viaje a Valladolid.
Ninguna dificultad se había opuesto a su entrada
en España; atravesaron la frontera cumpliendo con lo mandado en materia
sanitaria, y han permanecido en esta ciudad algunos días, siendo
cariñosamente agasajados por el cuerpo escolar, autoridades,
corporaciones, sociedades de recreo y por todo el vecindario.
Ejecutando un programa ya conocido de antemano,
se disponían en la noche del Sábado, a hacer la anunciada visita a
Valladolid, visita de que, con anterioridad, se tenía noticia en la
ciudad castellana, cuando, momentos antes de partir el tren, nuestro
particular amigo el señor Gil, Gobernador interino de esta provincia,
recibió del de Valladolid el siguiente telegrama:
«Prohíba V. S. que los estudiantes portugueses
salgan para esta provincia.»
El señor Gil apenas
tuvo tiempo para dirigirse en un coche a la estación, no con objeto de
prohibir a la «Estudiantina» de Coimbra que emprendiese el viaje, cosa
que de sobra comprendía que no entraba en sus atribuciones, aunque otra
cosa le pareciese a su compañero de Valladolid, sino únicamente para
notificarles el telegrama que acababa de recibir.
Los escolares
portugueses no acertaban a explicarse la arbitraria conducta de aquella
autoridad vallisoletana.
Se encontraban en un
país extranjero, al amparo de sus leyes, que permiten a cualquiera,
mientras no las infrinja, dirigirse a donde mejor le plazca; habían
anunciado su viaje, al que nadie había puesto reparos; un compañero suyo
les había precedido algunos día para preparar en Valladolid los
necesarios alojamientos, y sabían que los estudiantes de aquella
Universidad se disponían a hacerles entusiasta recibimiento.
En estas circunstancias
les sorprendió aquella especie de ukase imperial del Poncio
vallisoletano.
Contrariados por
aquella orden draconiana; molestados en su dignidad por la ofensa
inmerecida que recibían, al tratarles como criminales, o por lo menos,
como hombres peligrosos, dieron sin embargo pruebas de corrección y de
prudencia; regresaron al hotel y después de no muy larga deliberación
resolvieron marchar a Coimbra en el tren de la madrugada.
Inmediatamente
visitaron al Gobernador interino, a quien hicieron conocer el acuerdo
tomado, manifestándole al propio tiempo, como se lo dijeron después a
nuestro Director, rogándole que lo hiciera público, que estaban
profundamente agradecidos a Salamanca, sus autoridades, cuerpo escolar y
vecindario en general, y que su inmediato regreso a Portugal no
significaba despecho, sino necesidad surgida del inesperado contratiempo
que habían experimentado.
En efecto, para los
cuantiosos gastos de la excursión, contaban con los ingresos que en
Valladolid hubieran tenido con el concierto que pensaban dar; pero sin
aquellos ingresos, su permanencia en Salamanca les hubiera sido difícil.
En vano fue que los
estudiantes salmantinos y otras muchas personas les instasen para que se
detuvieran aquí los días que pensaron estar en Valladolid, ofreciéndose a sufragar los gastos; ellos, con extremada delicadeza, negáronse a
aceptar el ofrecimiento y a las cuatro y media de la mañana de ayer
salieron para Coimbra.
Pocas horas después se
recibía en el Hotel del Comercio un telegrama, dirigido al presidente de
la Estudiantina portuguesa, en que los escolares vallisoletanos les
decían que el ministro de la Gobernación autorizaba su viaje y que una
comisión de compañeros les esperaba en Medina del Campo.
A la una y media de la
tarde se recibió también en este Gobierno civil un telegrama, en que el
Gobernador de Valladolid decía a su colega de Salamanca lo siguiente
«Puede V. S. permitir la venida a ésta de la Estudiantina Portuguesa.»
En tanto los
estudiantes de Coimbra habían traspasado la frontera, amargado el
recuerdo de su grata estancia en Salamanca por el del atropello de que
les hizo víctimas un Gobernador que parece no tener otra misión en
Valladolid, que crear un conflicto cada ocho días, y que ya, cuando la
colisión entre cadetes y estudiantes, primero, y después con motivo de
la Asamblea de las Cámaras de Comercio, dio pruebas fehacientes de su
falta de tacto y discreción.
Esta es la historia
fiel de lo ocurrido, y ella dice más que cuantos comentarios pudiéramos
hacer nosotros.
«Prohíba V. S.» decía
el telegrama del Gobernador de Valladolid al de Salamanca.
¿Y quien es él,
preguntamos nosotros, para dar órdenes al que no es su inferior
jerárquico?
Por lo visto, quiso
oficiar de Ministro, olvidándose de que no lo es.
¿Qué fue lo que pudo
servir de pretexto para que el señor Muñiz expidiera aquel telegrama,
propio de los tiempos de Calomarde?
Hase dicho que el temor a que los estudiantes portugueses llevasen a Valladolid la peste
bubónica.
¿Pero es que el
Gobernador de Valladolid ignora que Coimbra no ha sido pueblo infestado?
¿Desconoce que la de
Salamanca es provincia española y que en ella se les ha permitido
entrar?
¿No sabe que el veto
por el puesto, solo podía emanar del poder central?
¿No se ha enterado de
que la peste ha dejado de existir oficialmente en Portugal?
¿No habrá quien le
enseñe a ese señor, que, aun siendo epidemia, todo viajero que en la
frontera se someta a las prescripciones reglamentarias, no puede ser
molestado después, ni menos cohibido en su derecho de dirigirse a donde
mejor le plazca?
Por lo visto, hay quien
se lo enseñe, y éste ha sido el ministro de la Gobernación que, aunque
tardíamente, autorizó el viaje de los escolares.
El lamentable suceso es
posible que dé lugar a una reclamación diplomática, que estará
justificada.
También es probable que
motive una interpelación en las Cortes.
Y no sería extraño que
los estudiantes vallisoletanos, indignados por la desatención tenida con
sus compañeros de Coimbra, protestasen en forma debida.
Por menos, por mucho
menos de lo que ha hecho el Gobernador de Valladolid, dimitieron o
fueron dimitidos otros Gobernadores.
Aun teniendo
protectores del calibre del señor Pidal.
L. C.
*
* *
El Norte de Castilla, en su número de
ayer, dice, entre otras cosas, lo que copiamos a continuación:
«Cuando los estudiantes vallisoletanos estaban
concluyendo de hacer los preparativos para recibir solemnemente a sus
compañeros los estudiantes de Coimbra, llegó a Valladolid una noticia
incomprensible: la de que los estudiantes portugueses ya no venían, por
negarles paso al Gobierno.
Tal noticia se extendió
rápidamente entre todos los estudiantes, produciendo la consiguiente
extrañeza y un tremendo disgusto.
Tan pronto como nos
enteramos del rumor, acudimos al Gobierno civil para ver si realmente
tenía fundamento.
Después de conversar
con el señor Gobernador, nos dio copia de un telegrama oficial, recibido a las siete de la noche de ayer, el cual confirmaba todo lo dicho.
Decía así:
«Director general de
Sanidad a Gobernador civil de Valladolid.
Prohíba terminantemente
y enérgicamente la entrada de la Estudiantina portuguesa de Coimbra.»
Después de nosotros
acudió al Gobierno la Comisión estudiantil designada para el
recibimiento, y al ver que efectivamente eran ciertas las noticias
divulgadas, se dirigió a telégrafos para expedir dos telegramas
urgentes, uno al ministro señor Dato, y otro al Director general de
Sanidad, pidiéndoles que los estudiantes portugueses fuesen
desinfectados y sometidos a la fumigación necesaria, si es que la causa
de prohibirles la venida a Valladolid, era el temor al contagio de la
peste que reinó en Oporto; pero que, cumplidas estas precauciones, no se
les impidiera el paso.
Medidas gubernativas
El señor Gobernador, en vista del telegrama del
Director general de Sanidad, mandó marchar inmediatamente a Medina del
Campo al secretario del Gobierno, al inspector de orden público y a
algunas fuerzas de la guardia civil para que detuvieran el paso a los
estudiantes de Coimbra.
Durante la madrugada
A las dos próximamente de esta madrugada se
acercó a nuestra redacción un nutrido grupo de estudiantes, en el cual
figuraban individuos de la comisión de recibimiento, que habían llegado
procedentes de Medina del Campo.
Según dichos señores nos manifestaron, a la
Estudiantina Portuguesa no se la permitió salir de Salamanca, ignorando
todos cuál sea el motivo de las precauciones tomadas por el Director
general de Sanidad.
Nuestra impresión
Por todos los detalles apuntados, nos inclinamos a creer que el telegrama oficial de ayer es una de tantas alcaldadas
como el señor Dato suele realizar de vez en cuando, olvidándose de que
no es alcalde, sino ministro.
Si los estudiantes de Coimbra traen la peste
bubónica, ¡á buena hora va el señor Director de Sanidad a impedir que
nos inficionen! Cuando ya todo Salamanca puede hallarse contagiado.
Y si no traen la peste ¡el diablo que averigüe a
que obedece la prohibición!
¡Como no sea que tema Dato que traigan aquéllos
el bacillus de la crisis!
Impresiones
Lo ocurrido ha causado entre los estudiantes,
además de extrañeza, gran excitación, por lo mismo que no se dan razones
claras de la conducta gubernativa, aún más incomprensible cuando se ha
permitido el paso de la estudiantina por la frontera, la estancia en
Salamanca, donde ya lleva dos días, y hasta la celebración de un gran
concierto.
Los trastornos que produce tal prohibición son
inmensos.
De ellos son víctimas, primeramente, los
estudiantes, y después los hoteles, los bailes y el teatro de Zorrilla.
Hasta las tres de la madrugada en que escribimos
estas líneas, no hemos recibido ninguna noticia que aclare la incógnita
presentada anoche a los estudiantes vallisoletanos.»
*
* *
Ultima impresión
Según se deduce de lo anteriormente transcrito,
tomado del periódico vallisoletano El Norte de Castilla, no es al
Gobernador de Valladolid a quien hay que culpar de lo ocurrido.
No proceden, por lo tanto, al menos en esta
ocasión, las censuras que le dirigimos, y que gustosos retiramos.
El autor de esa inconcebible alcaldada es el
Director de Sanidad, o el señor Dato, si aprobó antes la medida, o
ambos, que es lo más probable.
Aplíquense uno y otro lo que decíamos al señor
Muñiz, y reciban el testimonio de gratitud que por conducto
nuestro les envían Salamanca y su provincia.
Por temor a que la salud pública padeciese en
Valladolid, han dado una orden brutal, que no tiene justificación
posible.
En cambio, nada hicieron para preservar a
Salamanca del mismo peligro, si realmente hubiera existido.
¿Es que no somos españoles?
¿O les importa un bledo que aquí reventemos?
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NOTA: Artículo
procedente de investigación original inscrita con el número SA-120-02 en
el Registro de la Propiedad Intelectual. La presente edición ha sido
normalizada y corregida para evitar el uso no autorizado de la misma.
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